Cecilia Herrera Martínez.
Después de observar atentamente la proyección: “La Sociedad del Espectáculo”, de Guy Debord me pareció importante investigar y reflexionar sobre la tradición “contestataria” de la resistencia como práctica artística. En poco tiempo me di cuenta que “habia mucha tela de donde cortar” y que no podría hacerlo debidamente. Por lo tanto mi objetivo no es hacer un extensa reflexión, situación que sería sumamente interesante y digna de un estudio a profundidad, sino que mi pensamiento sobrevuela en torno a la situación de reordenación política, social y económica mundial.
Deambulé por la red y me doy cuenta que la resistencia como práctica artística parece estar extendiéndose con especial rapidez. Por ello creo conveniente advertir que si bien su proliferación puede ser positiva, ya que puede ayudar a combatir tanto los efectos negativos de la globalización como los preocupantes recortes de derechos y libertades del ciudadano/a, justificados para salvaguardar los intereses económicos de las naciones, también es importante advertir que la proliferación de la practica artística activista puede acabar siendo víctima precisamente de aquello a lo que critica y, por tanto, en vez de generar resistencia puede acabar erigiéndose como otro de los muchos modelos artísticos succionado por la Historia del Arte institucionalizada.
He pensado que frente a la propuesta de transgresión heredada de la vanguardia, la práctica artística crítica propone ahora la resistencia como estrategia teniendo como objetivo no ya la destrucción del poder, sino la desestructuración de sus modelos. Hoy sabemos que se puede desestructurar los modelos, pero no es posible suprimir el poder, aquel que creara nuevos modelos. Y que más aún, cuando los modelos se han suprimido siempre queda el vacío y la necesidad de buscar otros.
Muchas veces la resistencia artística trata de combatir rígidos modelos de pensamiento que, de tan arraigados, circulan en profundidad y constantemente por nuestro entendimiento de manera latente e inconsciente y más aún muchos de ellos son inherentes al ser humano, de ahí lo peligroso de no vivir ya con aquellas cargas de experiencia que la humanidad lleva consigo o de rechazarlas tajantemente sin conocer parte de la sabiduría que llevan dentro.
No con esto quiero decir que combatir o resistir a lo injusto no tenga sentido, no… “la resistencia sólo tiene sentido desde lo contingente y es irrepetible como fórmula en tanto que se valida circunstancialmente, en el aquí y el ahora”. Es válido resistir a la injusto, pero también es necesario cultivar lo que es bueno y noble.
Hoy en día la resistencia artística se mueve entre complejas relaciones entro lo real y lo virtual a través de los mass-media, la cultura, la libertad, el humanismo y el arte corren el peligro, a cada paso de trasformase en un producto listo para se consumido, algo que ya advirtió la Internacional situacionista, cuando su principal impulsor teórico Guy Debord, denunció, allá por 1967, la capacidad del poder de transformar la experiencia en puro espectáculo.
Generalmente la resistencia se vincula con el activismo callejero y con estrategias propias de la propaganda, la publicidad y los mass–media. Pero no son los únicos medios y menos en estos tiempos. Lo que me parece importante destacar son los aspectos contingentes y decosificadores de la práctica artistica de la resistencia y la posibilidad que tienen de seguir siendolos aún en los espacios de poder institucional.
Esto lo ilustraré con un ejemplo ocurridos en casasycalles realizado por el grupo “artistas organizando”.
Casasycalles se organizó en la primavera del 2002. El proyecto consistió en abrir cuatro casas habitadas por artistas el día 30 de mayo, de 8 de la tarde a 4 de la madrugada, con dos objetivos: por una parte, mostrar la obra de todo aquel que hubiera querido participar y, por otra, ofrecer la posibilidad de experimentar un recorrido urbano intervenido que se prestaba a interacciones.
Casasycalles, Madrid, 2002
La afluencia fue notable debido a la difusión en la web, ya que en la página se informaba de los espacios y medios disponibles y se debatía sobre la filosofía situacionista, dando prioridad no al objeto artístico o preformativo, sino a la situación y a las actitudes que de ella se derivaran para potenciar la oposición.
La experiencia estuvo cargada de connotaciones conflictivas y marginales debido a la presencia en Madrid de inmigrantes en medio de la propuesta de una cierta integración, al menos para conocer el barrio desde una visión local.
Cabe destacar que se realizó en dos ámbitos tradicionalmente opuestos, la calle y la casa, el espacio público y el privado. El valor, por tanto, de este proyecto estriba en haber creado situaciones dentro y fuera de las casas, y no tanto en haber abierto un espacio alternativo para que se expongan las obras de arte que no tienen dónde. Así, por ejemplo, en el recorrido de una casa a otra el visitante no sólo experimentaba una atmósfera cargada de espectación debido a la presencia de gente deambulante, sino también por la sorpresa que producían escenas insólitas incluso encuentros amistosos y profundos con la realidad del inmigrante o del enfermo psíquico y abandonado.
Esta experiencia de humanidad y arte nos hacen recordar que hay valores y “modelos” siempre presentes en los seres humanos y que no podemos destruirlos de manera irresponsable, antes bien, la experiencia con el arte y a través de ella pueden crear verdaderos portentos de resistencia y activismo social.
Por otro lado considero de vital importancia el papel que podrían jugar la instituciones , tanto las museísticas (no como “almacenadoras” de obras, sino como difusoras y generadoras de la cultura más allá de sus muros), así como los centros de enseñanza y reflexión, pues si bien en ellos se generan estructuras de poder, también es cierto que en su seno tienen el poder de desestructurarlas; gestando, al menos en la intención y no pocas veces en la acción la toma de conciencia responsable que cada individuo tiene para con el futuro. Esto mismo podría ser una apuesta por la práctica artistica desde la resistencia, que escape de los modelos trasnochados que solo optan por la destrucción sin construcción y que a menudo en la Historia del Arte y en la crítica son maneras ocultas de justificarse a si mismos y a las jerarquías de poder que ya se han erigido en si mismos.
Además, les comparto una pagina con muy buena bibliografía situacionista.
http://www.sindominio.net/ash/bibliografia.htm
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