miércoles, 4 de noviembre de 2009

El árbol que canta, un comentario a partir de la Lectura “La escultura en el campo espandido” de Rosalind Krauss


Cecilia Herrera Martínez

En el valle de la ciudad de Burnley, condado de Lancashire, Inglaterra, se levantó en el 2002, una de las 4 escultaras del protyecto Panopticon. Se trata de la escultura “Singing Ringing Tree”, creada por Mike Tonkin y Anna Liu. Es un espiral de tubos de acero galvanizado que emiten sonidos cuando el viento sopla a través de ellos.

Dicha escultura fue colocada en una base a nivel de terreno, interviniendo en la naturaleza del lugar y al mismo tiempo la naturaleza interviene en ella ya que la modifica por la variedad de sonidos que emite. Atendré a estos dos aspectos. El primero: La intervención de la escultura en la naturaleza, se refiera al hecho que, dicho ensamble de tubos no existía en la naturaleza, no era algo propia de ella por eso se ve incluido y por tanto su presencia modifica la naturaleza, la hace artificiosa, estética y artística. Podríamos llamarla “no paisaje”, como nos lo conduce Rosalind Krauss en su articulo “La escultura en el campo expandido.”Ahora bien, cómo ya hemos dicho, la escultura de Tonkin y de Liu se ve a su vez intervenida por la naturaleza, de hecho no existiría en complitud si no fuese por la naturaleza que actúa en ella, que se funda con ella por el viento y el sonido.

En este aspecto me gustaría reflexionar sobre el sonido en la escultura y a través de ella. Algunos expertos proponen que, el sonido, es una multitud de rectas indefinidas, reflejos de innumerables radios que, nacen, mueren y renacen a perpetuidad. En esta perspectiva el sonido constituye cualquier orden, comenzando por la conciencia del espacio, el tiempo y la propia identidad. Nos referimos al sonido como cualquier ser, fenómeno o cosa, está dentro de una escala, salvo lo no determinado, cuya ausencia ha de corresponderse necesariamente con el silencio, o con el No Ser como dirían los filósofos de la música. Sin embargo no podemos olvidar que existe una escultura visible y, sin embargo debe advertirse que los conceptos del sonido rebasan y superan lo sensible, conforma el sonido paradigmático de la esperanza ya que debe hacerse notar que el proyecto Panopticon se crea con el objetivo de hacer resurgir la afluencia turística en la zona y por tanto la posibilidad de existencia de sus habitantes.

Es bien sabido que no hay sonido sin auditor, en el receptor está la potestad de que sea o no sea la obra, por tanto la percepción sonora, es un modo inmediato de contacto con dicho espectador-receptor. Algunos filósofos afirman de manera interesante que “una huelga de escuchas anuncia el fin del tiempo. En un caso así el canto y la poesía sucumben y con ellos desaparece la posibilidad de reproducir una y otra vez el discurso creacional que surge de la audición interior del sí mismo”. En el fenómeno sonoro esta dualidad se expande primero como sonido (transmitido por el viento), y segundo, se recoge por el receptor de la comunicación.

De tal manera podemos decir que “se acaba entonces el tiempo y cesa el movimiento —y la transmisión— pues el espacio en que éste se produce es llevado al extremo de su contracción, y de pronto es abolido de una vez y para siempre”. En el caso de nuestra escultura ella podrá crearse y recrearse cada vez que el viento entre en ella, produzca su sonido, y regrese nuevamente, haciendo girar una vez más los ciclos que la componen.

Al saber escuchar los sonidos que produce la escultura podríamos también aprender a escuchar la música cósmica generando frases e iluminando áreas cada vez más definidas, precisas y claras, que se complementan y articulan en un discurso musical, en un espacio - escultórico, en una naturaleza-urbanidad.

La dualidad de la que hablábamos anteriormente; sonido-comunicación se presenta también a otro nivel entre el sonido y el eco; este último como espejo, o superficie de las aguas, o prisma, donde la luz se refracta o refleja multiplicándose en módulos sensibles, auditivos o lumínicos, imágenes que al igual que las del tiempo y el espacio nacen, mueren y renacen a perpetuidad, como dijimos al comienzo.

Al terminar queremos subrayar los temas que aquí hemos tratado de abordar, el hecho de la existencia de una escultura con materiales de uso cotidiano actual que se inserta en un paisaje para producir con la ayuda de la misma naturaleza sonidos de esperanza, es una relación de escultura-no paisaje, que se hace paisaje sonoro con la intervención de el elemento aire, transmisor del sonido, y todo lo que éste último significa para una sociedad



En línea: www.geocities.com.

Robert Fludd, claves para una teología del Universo, Swan, Madrid 1987. También sobre Fludd Escritos sobre música, edición de Luis Robledo, Editora Nacional, Madrid 1979; sobre Kircher Athanasius Kircher, Las imágenes de un saber universal. I. Gómez de Liaño. Siruela. Madrid 1990.

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